PARANGÓN. Un Obispo Costarricense Cristiano, y un Obispo extranjero Romanista. 207 El hombre, creatura de Dios,, tiene por la naturaleza el e ser feliz, y tomo esto le sería imposhle aislttg; la unión Con*sughdFnands que compone la Sociedad, es el medio en que puede adquirir y gozar la feli- cidad durante la vida; y el Gobierno la entidad-que tiene la función, Soberana de verificarla y mantenerla, practicando la Justicia. e No debe creerse que San Pablo, el Apóstol de las genfes, dijgra: “Obe- deced á las potestades temporales, porque todo poder viene d*DioBBrsi no h, biera estado en posesión de la verdad que le enseñó su GQlaestro, el hom 28 Dios, Jesús. ] Cristianamente y á la ligera vimos á escribir para la Historia. Era el 24 de diciembre de 1898 ¿Mlesorden del Jefe de la Nación, se presentó un oficial veterano ante el Tustrísimo y Reverendísimo Señor Don Anselmo Llorente y Lafuente, muy digno Obispo de San José de Costa-Rica, notificándole que el Gobierno había decretado que saliera de la República en obsequio del bienestar social.—El Hustrísimo Señor Llorente, al recibir aque- lla orden y después de recibida, ni maldijo, ni excomulgó, sino que con es- píritu levantado hasta alcanzar la humildad y la justicia, es decir, con espíri- tu cristiano, pronunció estas sublimes palabras: “ Cómplanse los altos desig- mos de la Divina Providencia, sin cuya voluntad no se mueve ni la hoja de un árbol; estoy listo)” y marchó benfkiendo - todos y ACOLOS ado del Jlan- to de todos los que lo encaminaron. ¡He ahí un discípulo de Jesús! Pasaron algunos meses, y el muy digno Señor Llorente, volvió al se- no de su Diócesis sin haber dirieido ni una súplica al Fefe de la Nación ni una queja al Jefe de la Lelesia Romana. Era el 18 de julio de 1884 y el Señor Gobernador de esta provincia acompañado de otras autoridades, so presentó en el Palacio residencia del llustrísimo Señor Doctor Don Bernardd A. Thiel, á intimarle la orden Su- prema que ya se le había comunicadocon la deferencia más exquisita, de salir y montar en espléndido carruaje que debía empezar á conducirlo fuera de la República. El Ilustrísimo Señor Thiel se negó á obedecer la intima- ción, y cuando un ciudadano en aquellos gravísimos momentos tratando de salvar el decoro, evitando indispensables actos materiales de la autoridad, le suplicara y le hiciera entender que debía acatar la orden Suprema y cumplir- la, porque todo poder viene de Dios, el Ilustrísimo Señor Obispo no tuvo más que palabras de maldición, que no repetimos por respeto á la dignidad de que se halla investido. Pero no había pasado una hora sin que dirigiera súplicas al Jefe de la Nación y durante tres días no dejó de repetirlas. e diferencia entre el hijo. de questrampatria y el hijo de la patria San José, 24 de julio de 1884. 4 Uwxos COSTARRICENSES. IMPRENTA NACIONAL. »