IL. ELUS TRES MIO SR.DR, D, FRAY JUAN DE J: SUS7 OBISPO DE HONDURAS *OLOROSA mansión es esta tierra, que | sirve de teatro lúgubre á las escenas de . la muerte! ¡Acaba de sumirnos en tris- 02.05 tísimo duelo, arrebatando sin piedad y sin respeto al Pastor de la Grey Hondureña Desas piadada cortó la vida del sumo sacerdote que le- vantaba sus brazos para bendecirnos, abría sus la- bios para cantar las alabanzas del Señor y ense- ñalnos el camino de justicia, dándonos santos y saludables ejemplos ! ¡ A las siete de la noche del 20 del próximo pasa- ». Abril, arrancó de nuestro seno al solícito é in- fatigable Doctor Don Fray Juan de Jesús Zepeda, dignísimo Obispo de esta Diócesis, que por 23 años la protegiera con sus apostólicas fatigas ! El Hustrísimo Señor Zepeda demostró al mun- do con su ejemplar vida y las acrisoladas virtudes que le adornaban, cuán cierta es aquella frase de la escritura: “Bienaeenturado el hombre que teme “al Señor y anda por sus santos caminos.” El Sr. Zepeda nació en el mineral de San An- tonio, de esta República, el 20 de Noviembre de 1808, y sus virtuosos padres le enviaron á la Pon- tificia Universidad de Guatemala, en donde luego adquirió la mejor estimación por su talento y apre- ciables aptitudes. Cómo había nacido para cultivar el único verda- dero, tesoro que es el de las virtudes, entró y profesó en el convento de San Francisco, en donde se mos- tró fiel observador de la regla seráfica, que abra- zara muy temprano para preservar su alma del contagio del siglo y asegurar su eterna salvación. En 1829, expulsado por el general Morazán el señor Arzobispo Casaus con varias órdenes reli- viosas, el Señor Zepeda fué víctima de este ostracismo, de cuyo resultado se quedó en Chia- pas y Tabasco, que recibieron el beneficio de su santo ministerio: su memoria les es grata aun. A los 14 años regresó á Guatemala, en donde restableció con sus hermanos la orden seráfica. Por los años de 1845 á 52, vino á San Salvador asociado del muy ilustre Fray Esteban Castillo, á desempeñar varias cátedras de enseñanza superior, haciendo marcados progresos en la Filosofía. Lue- go fué electo Guardián de la orden Franciscana, y pasó á Guatemala dejando en los corazones sal- vadoreños indelebles impresiones de su talento y virtudes. Siendo Guardián, fué promovido á la Sede Epis- copal de Arindele, in partibus in fidelivon, y recibió la consagración el año de 1859. En 1861, fué tras- ladado por Pio IX á la Sede Episcopal de Comaya- ena, de que tomó posesión el 23 de Marzo de 1862. Con esta traslación tuvo el lustrísimo Señor Zepeda la feliz oportunidad de sacar á la Iglesia hondureña de la abyección en que la sumiera la revolución Guardiola-del-Cid; y desde entonces desplegó un celo eficáz en bien de su nueva Grey. Ordenó 60 presbíteros; visitó toda la Diócesis, que en Honduras es un trabajo de magna considera- ción, por la asperidad de su suelo y distancia de los pueblos. En 1869 fuéá Roma con el doble Emprenta del Dr. F. Sagrini. objeto de hacer la visita 4d Limina y asistir al Concilio Vaticano, habiéndose distinguido en las discusiones por el acierto y modestia con que €ex- ternaba su opinión. En 1871 regresó á su Dióce- sis, á quien consagró los últimos años de su apos- tolado, que desempeñó con firmeza, solicitud y moderación. Por fin á los 77 años de edad, des- pués de un estenuamiento de fuerzas físicas, Su- eumbió el para siempre memorable 20 de Abril: pobre de los bienes de este mundo, pero muy rico de los inestimables de la virtud. El Iltmo. Señor Zepeda poseía la cultura mas esquisita; era un verdadero y profundo sabio, un perfecto discípulo de Jesueristo, un Prelado edificante adornado de las virtudes propias del apóstol, era el sacerdote humilde por antonoma- cia, nunca disputó por nada con nadie; si alguna cuestión elevada le comprometía á emitir su vere dieto científico, del que le vinieran honores » aplausos, modestamente eludía emitirlo, diciendo : “Conviene estudiar el caso.” Con inimitable constancia se ocupada de los asuntos de la Diócesis y del estudio, su recreo único en el palacio, de donde no salía sino cuan- do el deber lo llamaba. En la predicación imita- ba la sencillez de Jesucristo y el estilo suave y per- suasivo de los Santos Padres; sus mesurados dis- cursos eran fecundos en instruceiones altísimas para la vida cristiana. La paciencia y caridad del Ilmo. Sr. Zepeda eran proverbiales; jamás se le oyó una expresión acre, siempre disimuló las faltas ajenas aun gra- ves. Injuriado sucesivamente en varios folletos desde 1878 á 82, no perdió su calma; y mas bien, cuando se le proponía que era bueno rebatir aque- llas injurias, contestaba: — “no, acordémonos del precepto de nuestro Señor Jesucristo: ROGAD POR LOS QUE OS PERSIGUEN Y CALUMNIAN.” Su generosidad era de todo punto recomenda- ble; porque, careciendo de medios de subsistencia aun para sostener la modesta posición de un Obis- po, no dejó le socorrer á cuantos imploraban su auxilio. En fin el Iltmo. Señor Zepeda, aman- tísimo padre, sacerdote santo y virtuosísimo Pre- lado, era el tesoro de más valía que tenía la Ge- rarquía Eclesiástica y un valuarte inexpugnable del cristianismo. Bajó de la Cátedra sagrada á la tumba sin dejar un solo resentimiento; al contrario, ama- do y respetado de todos, su muerte nos penetra de llanto y de dolor amargos. Al desaparecer de enfrente de la Iglesia en cir- ecunstancias como las presentes, su pérdida es irre- parable y la desgracia de Honduras indescriptible, ¡ Ob Ilmo. y Kvdmo. Señor Zepeda, el cielo premie tus eminentísimas virtudes; y en medio de ese piélago de inextinguible luz de que gozas, no olvides tu querida Grey, que llora tu muerte sobre tu tumba venerable ! ¡ Moriste, pero vivirás en nuestra memoria ! Guarita, Julio 10' de 1885. Francisco VavarTro.